lunes, 7 de febrero de 2011

La Acción Social en las Hermandades (I): La Acción Social de las Hermandades en la Historia

Cualquier análisis que se pretenda riguroso sobre la acción social en las Hermandades no puede prescindir de una mirada retrospectiva. Es justamente en sus orígenes donde podemos encontrar algunas pistas sobre los desafíos del presente. Nadie puede ignorar que el origen histórico de nuestras corporaciones, con sus luces y con sus sombras, está estrechamente vinculado al culto, al auxilio mutuo y a la vivencia comunitaria de la fe. Nuestras hermandades tenían, como uno de sus principales cometidos, la asistencia mutua, la ayuda a los desvalidos, a los necesitados y a los enfermos. De hecho, no fueron pocas las que crearon y mantuvieron, durante largo tiempo, hospitales, casas de asistencia y orfelinatos.

Son abundantes las referencias de los cronistas a la atención que nuestras hermandades prestaban en épocas ya remotas a los desvalidos, fruto de una preocupación por paliar las necesidades del prójimo. Muchas de nuestras corporaciones se emplearon en la ayuda a los enfermos. Muchas de nuestras corporaciones se emplearon en la ayuda a los enfermos, estableciendo hospitales para tal fin; otras, por el contrario, concentraron sus esfuerzos en el auxilio de niños huérfanos y no faltaron tampoco las que orientaron su actividad a remediar las necesidades de los presos y de los menesterosos.

El origen hospitalario y gremial de muchas de nuestras hermandades viene a confirmar esa orientación, rubricando la vinculación de las cofradías con el auxilio a los enfermos.

Las contrariedades y vicisitudes que nuestras hermandades han atravesado influyeron de forma decisiva en la continuidad histórica no sólo de sus labores caritativas sino también de las instituciones que las animaban. Unas, tras periodos de esplendor y gran predicamento devocional, decayeron de manera definitiva; otras, lograron superar los embates del destino acometiendo con nuevos bríos su propio discurrir histórico; no faltaron, finalmente, las que, a pesar de las incidencias que les infligían, perduraron con empeño hasta nuestros días.

Sea como fuere, el azaroso discurrir histórico de nuestras corporaciones no pudo dejar de afectar a su labor asistencial que, a pesar del tesón de sus hermanos, se veía resentida frecuentemente por calamidades que menguaron su fortuna: epidemias, terremotos o inundaciones se han de contar como causantes de estos males. En otras ocasiones, el variante rumbo de los acontecimientos políticos, las revoluciones o los conflictos entre la Iglesia y el poder civil, impidieron la restauración o continuidad de su labor asistencial.

Por Alfonso de Julios Campuzano

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